miércoles, 22 de febrero de 2012

La muerte en directo

La noticia sobre la muerte de Eufemio, el paciente de Bellvitge portador de un corazón artificial, me ha consternado. Sin conocerlo, siento cierto remordimiento de no haber ido a la rueda de prensa, y es que siempre que alguien se va de forma inesperada piensas, con razón, que podrías haberte portado algo mejor con él.

Esta vez no fui, pero he estado en otras ruedas de prensa similares, en el mismo Bellvitge y en otros, y me veo capaz de recrear cómo se desarrolló la liturgia. Sé que las profundas ojeras de Eufemio me hubieran impactado, que la alegría y satisfacción contenida que muestran los que lo han cuidado durante estos meses me hubiera conmovido, que la hermosa relación establecida entre cuidado y cuidadores me habría emocionado, que la sonrisa de los gerentes me habría dejado indiferente, y sé que habría salido de allí más confortada con el mundo, con una renovada confianza en esta sanidad pública que últimamente sólo da signos de asfixia.

No puedo dejar de pensar en Eufemio y su familia, que seguramente vivieron la jornada como un momento culminante del proceso de curación, como la confirmación urbi et orbe de que todo iba sobre ruedas; no puedo dejar de pensar en el cuerpo que se les habrá quedado a los médicos y demás profesionales que han cuidado de Eufemio y que se expusieron ante los medios sólo tras tomar todas las precauciones posibles; no puedo dejar de pensar en los compañeros del departamento de comunicación y en el gerente, que vivieron una de las peores pesadillas en el mundo de las relaciones públicas. No puedo dejar de pensar que la muerte es caprichosa, a veces esquiva con quienes la anhelan, otras implacable con quienes sólo buscan una segunda oportunidad.


1 comentario:

  1. No debemos dejarnos maravilla por la parafernalia...la vida generalmente es más compleja

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