martes, 19 de julio de 2011

Relato de una represión sanitaria

Conocí a Roberto hace ya un par de años, y como sucede a menudo en estos tiempos, nuestro encuentro fue por internet. Por mail hablamos desde aquel día –curiosamente ahora me doy cuenta de que aún no he escuchado su voz y conseguí que se sumara a las corta lista de médicos que publican en nuestra sección de Opinión.

Mi búsqueda empezó por los foros sanitarios, a la caza de un perfil fresco, de un residente prometedor capaz de conectar con nuestros lectores más jóvenes y sus preocupaciones. Al poco descubrí que el joven había salido poeta y que para él los temas profesionales se quedan cortos, porque su mirada va mucho más allá; abarca la vida entera, lo visible y lo invisible. Constaté que era uno de aquellos cuyo reino no es de este mundo, pero sus relatos me engancharon como pocos y sigo publicándolos siempre que puedo.

Ayer tropecé con su nombre en Twitter de la mano de Rafa Bravo, otro profesional íntegro con el que tengo el placer de colaborar en otros proyectos editoriales. A través de su tweet me enteré del desenlace del periodo de residencia de Roberto, muy tormentoso en los últimos tiempos… No os cuento más, pues toda la historia viene narrada por el protagonista en su blog. Que cada uno juzgue a su saber y entender, pero en su testimonio, todo un manifiesto de una forma de entender la medicina, yo sólo veo a un profesional íntegro dispuesto a defender sus ideas. Espero que sus ganas de ser médico no se hayan truncado al inicio del camino: los médicos honestos y poetas son un material frágil, pero muy valioso para el sistema y para los pacientes.

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